Algoritmos en la frontera: La sombra digital sobre los migrantes en México

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En el corazón de México, una transformación silenciosa está redefiniendo el viaje de miles de migrantes que buscan llegar al norte. Aguascalientes, lejos de las fronteras físicas más transitadas, ha emergido como una escala fundamental en la ruta migratoria, y con ello, se ha convertido en un epicentro donde la inteligencia artificial (IA) redefine el control, la asistencia y la vigilancia en los caminos hacia Estados Unidos. Esta convergencia de la tecnología y la migración plantea dilemas éticos y desafíos humanitarios sin precedentes.

En una calle lateral del centro de Aguascalientes, Edwin, un joven hondureño de 23 años, se aferra a la pantalla rota de su teléfono. Una aplicación, su única guía confiable, le muestra las rutas con menor presencia de retenes policiales o militares y traduce automáticamente las indicaciones que necesita para llegar a la siguiente ciudad. Sabe que, sin ella, la incertidumbre lo consumiría. Lo que Edwin no puede percibir es que, a cientos de kilómetros de distancia, un sofisticado sistema automatizado analiza su posible trayectoria, cruzando sus movimientos con vastas bases de datos de rostros y patrones de rutas. Su viaje, anónimo para él, es un punto más en un mapa digital diseñado para anticipar el flujo migratorio.

México, bajo la creciente presión de Estados Unidos y en una compleja encrucijada entre la contención y la compasión, ha comenzado a integrar de forma significativa la inteligencia artificial en su política migratoria. Esta adopción tecnológica no es solo una cuestión de modernización, sino una estrategia para gestionar un fenómeno migratorio cada vez más complejo y volátil. Aguascalientes, aparentemente distante de los puntos de cruce fronterizos más conocidos, se ha convertido en un laboratorio silencioso donde la urgente necesidad humana de protección y tránsito se encuentra con el frío cálculo algorítmico.

El control digital se extiende al sur del muro

En los últimos cinco años, el gobierno mexicano ha intensificado drásticamente su capacidad de vigilancia a lo largo de las rutas migratorias, invirtiendo en tecnologías de inteligencia artificial de última generación. Desde las selvas de Chiapas hasta los desiertos de Coahuila, se han instalado miles de cámaras de videovigilancia equipadas con sistemas de reconocimiento facial. Drones autónomos sobrevuelan áreas estratégicas con algoritmos de detección de movimiento, y un software predictivo analiza volúmenes de datos históricos para anticipar el flujo migratorio, incluso identificando posibles puntos de acumulación de personas o caravanas.

El Instituto Nacional de Migración (INM), en estrecha colaboración con empresas privadas de tecnología y con el apoyo logístico y operativo de la Guardia Nacional, utiliza estas herramientas para un propósito central: anticipar cruces no autorizados, intentar disolver caravanas antes de que ganen fuerza y mapear las intrincadas redes de tráfico de personas. Si bien estas prácticas se justifican bajo la premisa de “ordenar” el fenómeno migratorio y combatir el crimen organizado, activistas y expertos en derechos humanos advierten sobre los riesgos inminentes de criminalizar a miles de personas que huyen de la pobreza extrema, la violencia sistémica o la persecución política.

“Los algoritmos operan bajo una lógica binaria de riesgo y perfil, no de la historia personal. No pueden discernir si alguien ha sido torturado, si huye de la extorsión de una pandilla o si su vida corre peligro inminente en su país de origen”, explica Mariana Ruiz, investigadora en derechos humanos digitales, subrayando la deshumanización inherente a estos sistemas.

Aguascalientes: Tierra de paso, tierra de pausa

Lejos de los reflectores mediáticos que suelen iluminar las fronteras sur y norte de México, Aguascalientes se ha consolidado como una parada estratégica para migrantes centroamericanos, haitianos y sudamericanos. Su ubicación geográfica privilegiada, conectada por la vía ferroviaria central del país y con accesos directos a importantes rutas carreteras, la convierte en un punto natural de descanso, reagrupamiento o incluso de toma de decisiones cruciales antes de proseguir el agotador viaje hacia el norte.

Los albergues y casas de migrantes en la región reportan un aumento constante en la llegada de personas que viajan solas, familias enteras o pequeños grupos. Muchos de ellos dependen cada vez más de herramientas tecnológicas para navegar por este laberíntico camino: aplicaciones de geolocalización que ofrecen mapas sin conexión, traductores automáticos para comunicarse en un entorno desconocido, chatbots que simulan asesoría legal básica sobre trámites migratorios o plataformas colaborativas que alertan sobre retenes y peligros en la ruta. Estas tecnologías se han vuelto tan esenciales como la propia mochila que llevan.

Tecnología al servicio de la integración: Una luz en la sombra digital

No todo el uso de la inteligencia artificial en el contexto migratorio se orienta hacia la vigilancia y el control. Un sector creciente de la sociedad civil y algunas instituciones académicas en México están explorando cómo la IA puede facilitar la integración y proteger los derechos de las personas migrantes y refugiadas.

La Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP), a través de la Clínica de Litigio Estratégico en Derechos Humanos, proporciona servicios legales gratuitos para personas migrantes y refugiadas, en el marco del convenio con la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Esta herramienta busca simplificar el acceso a información vital y reducir las barreras burocráticas. De manera similar, se están comenzando a implementar sistemas de IA en programas de capacitación laboral que, mediante algoritmos inteligentes, recomiendan cursos de formación y oportunidades de empleo a personas migrantes, basándose en sus habilidades, experiencia previa y las necesidades del mercado local.

Estas iniciativas, aunque aún incipientes y con recursos limitados, representan un contrapeso vital al enfoque predominantemente punitivo que ha dominado la narrativa y la política migratoria nacional. Muestran el potencial de la tecnología para empoderar en lugar de solo controlar.

El costo humano de la invisibilidad algorítmica

El principal problema, según coinciden varios expertos en derechos digitales y migración, radica en la alarmante falta de regulación y transparencia en el uso de la IA por parte del Estado mexicano. Los migrantes, al no ser ciudadanos del país que los vigila y perfila, tienen una capacidad extremadamente limitada para defenderse ante una decisión adversa tomada por una máquina. Si un algoritmo determina que una persona representa un “riesgo potencial” basándose en criterios opacos, su libertad, su posibilidad de transitar o su derecho a solicitar asilo podrían verse comprometidos sin que haya una explicación clara, un debido proceso o una vía efectiva de apelación.

“Los sistemas de IA son, por su propia naturaleza, a menudo opacos. Y cuando cometen errores o fallan, sus consecuencias recaen desproporcionadamente sobre quienes ya se encuentran en los márgenes de la sociedad”, advierte José María García, abogado especialista en derechos digitales. “Es urgente que se generen mecanismos de supervisión independientes y que se establezcan marcos éticos y legales claros para el uso de estas tecnologías en contextos tan sensibles como la migración”.

Humanidad y datos: El dilema del futuro

Detrás de cada punto que una inteligencia artificial traza en un mapa de calor, detrás de cada patrón de movimiento detectado, hay una historia humana compleja y a menudo desgarradora. En Aguascalientes, como en muchísimas otras ciudades a lo largo y ancho de México, los migrantes continúan enfrentando el mismo dilema existencial de siempre: cómo sobrevivir y encontrar un refugio seguro. Hoy, sin embargo, lo hacen no solo esquivando barreras físicas impuestas por autoridades y la geografía, sino también navegando y esquivando los intrincados laberintos de las fronteras virtuales.

El reto para el futuro es ineludiblemente claro: ¿Cómo podemos aprovechar las inmensas capacidades de la tecnología para proteger y asistir, en lugar de para excluir y criminalizar? Porque en un mundo donde incluso el camino de una persona se calcula y predice por algoritmos, la decisión fundamental de ver a quien migra como una amenaza o como un ser humano con derechos inalienables seguirá estando en manos de quienes diseñan, implementan y deciden sobre el uso de esa poderosa tecnología. La era de la migración digital ya está aquí, y exige una profunda reflexión sobre la humanidad en la era del dato.

 

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