El transporte marítimo, responsable de movilizar cerca del 90% del comercio mundial, atraviesa uno de sus momentos más complejos. La Organización Marítima Internacional (OMI), organismo de la ONU, advierte que el sector enfrenta dos retos de gran magnitud: la creciente inseguridad en rutas estratégicas y la costosa, pero inevitable, descarbonización de la industria.
Rutas en riesgo
La seguridad marítima se ha convertido en la mayor preocupación. Durante su visita a Panamá, el secretario general de la OMI, Arsenio Domínguez, señaló:
“Los buques comerciales no están capacitados para defenderse de ataques armados, y por ello es fundamental la cooperación con otros organismos de Naciones Unidas y con los Estados miembros”.
El mar Rojo, escenario de ataques de grupos armados, ha forzado medidas inmediatas como el desvío de buques hacia rutas más largas, evaluaciones de seguridad obligatorias y coordinación con flotas navales. Estas acciones, aunque necesarias, han elevado costos operativos, incrementado tiempos de tránsito y generado más emisiones de carbono.
Escasez de personal
A la inseguridad se suma un problema estructural: la falta de marinos y técnicos especializados. El déficit de personal amenaza la capacidad del sector para sostener las cadenas de suministro globales. Ante ello, la OMI impulsa programas de formación en países en desarrollo, con el objetivo de garantizar el relevo generacional en una industria donde la experiencia resulta clave.
La apuesta por el “Net-Zero”
El segundo gran desafío es ambiental. El transporte marítimo representa hoy el 3% de las emisiones globales de carbono, por lo que la OMI lanzó el marco regulatorio “Net-Zero”, que busca alcanzar la neutralidad de carbono en 2050.
El plan contempla la aplicación de tarifas por emisiones a partir de 2028, con un precio inicial de 100 dólares por tonelada de CO₂. Este mecanismo podría recaudar entre 11.000 y 13.000 millones de dólares al año, fondos destinados en gran parte a países en desarrollo y Estados insulares vulnerables.
La normativa se aplicará a los grandes buques transoceánicos de más de 5.000 toneladas, responsables del 85% de las emisiones del sector, y entrará en vigor en 2027 con revisiones periódicas.
Domínguez fue claro al reconocer el costo de la transición:
“El sector debe asumirlo tras años de invertir en contaminar el ambiente”.
Impacto en la logística internacional
La descarbonización transformará los costos logísticos y obligará a las navieras a realizar inversiones millonarias en combustibles alternativos como el metanol renovable o el amoníaco verde, además de modernizar sus flotas.
Pese a la carga económica, la OMI considera que este marco global homogéneo permitirá a la industria planificar con mayor certeza y evitar distorsiones competitivas.
Entre la seguridad y la sostenibilidad
El comercio marítimo se encuentra atrapado entre dos presiones: proteger las rutas en medio de tensiones geopolíticas y, al mismo tiempo, avanzar en la transición hacia un modelo sostenible.
Ambos desafíos tienen impacto directo en la logística internacional, los plazos de entrega y los precios de importaciones y exportaciones. La OMI insiste en que solo la cooperación internacional permitirá sostener un sistema que conecta economías y constituye el verdadero corazón del comercio mundial.