La inteligencia artificial (IA) se ha convertido en una herramienta clave para moldear el presente y el futuro de los flujos migratorios globales. Desde los sistemas automatizados de procesamiento de visas hasta los algoritmos que modelan movimientos poblacionales, el uso de esta tecnología en contextos migratorios plantea una paradoja: promete eficiencia, pero conlleva riesgos éticos, sociales y legales de alto calado.
El reciente Informe sobre las Migraciones en el Mundo, elaborado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), dedica un capítulo exhaustivo a explorar las repercusiones de la inteligencia artificial en las políticas y prácticas relativas a la migración y la movilidad humana. En él se subraya la necesidad de evaluar estas tecnologías a la luz del marco normativo internacional de los derechos humanos. El mensaje es claro: la IA no es neutra y, dependiendo de su diseño y aplicación, puede reforzar o erosionar los derechos de las personas migrantes.
Del procesamiento de visados a la vigilancia masiva
La inteligencia artificial ya se emplea en todas las fases del ciclo migratorio. Gobiernos y organismos internacionales han comenzado a utilizarla para agilizar procesos administrativos, automatizar controles fronterizos, vigilar la migración irregular e incluso para reasentar a personas refugiadas.
Por ejemplo, los chatbots se han consolidado como una herramienta de apoyo importante para los migrantes. Diseñados tanto por autoridades como por organizaciones civiles —e incluso por los propios migrantes—, estos sistemas ofrecen información sobre procesos de visado y orientación psicológica a quienes enfrentan dificultades emocionales en el proceso migratorio.
Asimismo, la automatización mediante IA ha acelerado el procesamiento de solicitudes de asilo y visados, reduciendo los tiempos de espera que, tradicionalmente, generaban ansiedad e incertidumbre. Sin embargo, la OIM advierte que estos sistemas deben ser transparentes, auditables y apelables, debido al margen de error inherente a los algoritmos, especialmente cuando operan sobre grandes volúmenes de datos sensibles.
Una tecnología que puede discriminar
Uno de los aspectos más preocupantes es el riesgo de que la IA amplifique los sesgos humanos existentes. Tal como documenta el informe, los sistemas de reconocimiento facial —desarrollados en su mayoría por empresas del norte global— presentan mayores tasas de error al identificar rostros con tez más oscura. Esta falla técnica se traduce, en la práctica, en discriminación sistémica por motivos raciales o étnicos, institucionalizada por el propio código informático.
El informe subraya que esta tecnología tiene el potencial de sistematizar la exclusión si no se aplica bajo principios de equidad, transparencia y supervisión. El principio de “no hacer daño” debe guiar cada fase del desarrollo e implementación de sistemas basados en inteligencia artificial dentro del contexto migratorio.
Privacidad, vigilancia y derechos digitales
El despliegue de tecnologías de IA en operaciones de vigilancia fronteriza también levanta alarmas sobre la privacidad y el manejo de datos personales. Los sistemas de vigilancia apoyados por inteligencia artificial, cada vez más comunes, recolectan y procesan datos biométricos altamente sensibles. La pregunta que plantea la OIM es: ¿cuán seguros están estos datos? ¿Con quién se comparten? ¿Qué garantías tienen los migrantes de que su información no será usada en su contra?
La intrusión de la tecnología en el ámbito humanitario no se limita a las instituciones públicas. Las empresas privadas de tecnología han ampliado su presencia en la gestión de migraciones, enmarcadas en asociaciones público-privadas que no siempre priorizan la protección de derechos. El informe advierte que los intereses comerciales suelen predominar por encima de las preocupaciones éticas, lo cual representa un riesgo significativo en un terreno ya delicado como es la movilidad humana.
IA predictiva y la nueva frontera del control migratorio
Uno de los usos más ambivalentes de la inteligencia artificial es el desarrollo de herramientas analíticas predictivas, capaces de modelar flujos migratorios futuros. Estas herramientas podrían permitir que los Estados se preparen mejor para responder a situaciones de emergencia humanitaria. Pero también podrían ser utilizadas para impedir la entrada de personas, recurriendo incluso a prácticas ilegales como el refoulement —la devolución forzada de personas migrantes a países donde podrían enfrentar persecución o violencia.
La capacidad de anticipar desplazamientos masivos de población también podría profundizar los mecanismos de control, en lugar de fomentar la planificación basada en principios de solidaridad y protección. En ese sentido, el informe llama a mantener la vigilancia sobre cómo se aplican estos sistemas y a garantizar su alineación con los compromisos internacionales en materia de derechos humanos.
Desigualdad tecnológica y brechas digitales
Otro de los puntos críticos abordados por la OIM es el riesgo de que la expansión de la inteligencia artificial ensanche la brecha digital entre países. El acceso desigual a tecnologías avanzadas, a infraestructura de comunicaciones y a capacidades técnicas para implementar sistemas de IA puede traducirse en una asimetría de poder, donde sólo los Estados con mayores recursos puedan aprovechar estas herramientas de forma eficaz.
Esto no solo compromete la equidad en el manejo de los flujos migratorios, sino que perpetúa un modelo en el que las decisiones sobre movilidad global se concentran en los países más desarrollados, dejando a los del sur global en una posición de dependencia tecnológica.
El futuro está en juego
El informe concluye que si bien la inteligencia artificial tiene un enorme potencial transformador, su implementación en el ámbito migratorio debe estar guiada por valores éticos claros, un enfoque de derechos humanos y mecanismos de supervisión robustos. La tecnología no puede reemplazar al juicio humano, ni ser utilizada como una excusa para intensificar prácticas de exclusión o vigilancia masiva sin responsabilidad.
En palabras de la OIM, es urgente replantear la gobernanza tecnológica global, de forma que las innovaciones sirvan al bienestar de todas las personas, y no sólo a los intereses de unos cuantos actores estatales o corporativos. Porque, al final, la forma en que se utilice la inteligencia artificial en la migración no solo determinará el destino de millones de personas, sino también la calidad ética y política del mundo que estamos construyendo.