Valentina, Valentina, rendido estoy a tus pies, si me han de matar mañana, que me maten de una vez
El estribillo de la canción La Valentina inmortaliza la valentía de Valentina Ramírez Avitia, conocida como la “Mulán mexicana” y, con justa razón, como la “Leona de Norotal”. Nacida en San Antonio, Durango, en febrero de 1893, esta joven decidió desafiar las convenciones sociales de su época y tomar las armas para unirse a la lucha revolucionaria de 1910. A pesar de los obstáculos, su espíritu indomable la llevó a participar en combates decisivos, luchando codo a codo con los insurgentes que querían poner fin a la dictadura de Porfirio Díaz.
Valentina Ramírez Avitia nació en 1894 en San Antonio, Tamazula, Dgo., ingresó a la Revolución Mexicana el 12 de enero de 1911, en las fuerzas del General Ramón F. Iturbide, con el grado de soldado. Del 20 al 23 de mayo del mismo año, combatió en la toma de Topia y Tamazula, Dgo., así como en Culiacán, Sin. Se separó del movimiento revolucionario tras la toma de Hermosillo, Sonora. Vivió en Navolato, Sin.
El nacimiento de una leyenda
A los 17 años, Valentina no podía quedarse al margen de la Revolución. Inspirada por su padre, quien también se unió a las filas revolucionarias, decidió que su género no sería una barrera. En una época donde las mujeres no eran bienvenidas en el campo de batalla, Valentina se disfrazó de hombre. Usando las ropas de su hermano y escondiendo sus trenzas bajo un sombrero, adoptó el nombre de “Juan Ramírez” y se integró a las tropas del general Ramón Iturbe.
Armada con una carabina 30-30 y cartucheras cruzadas sobre el pecho, Valentina participó en numerosos combates, destacándose en la batalla de Puente Pumarejo (Culiacán), donde ayudó a derrocar al gobernador Diego Redo. Su valentía no pasó desapercibida, y el oficial Harold Ramírez le otorgó el rango de teniente. Sin embargo, tras cinco meses de lucha, su verdadera identidad fue descubierta. Al darse cuenta de que “Juan” era, en realidad, Valentina, fue expulsada del ejército, cortando de golpe su carrera militar.
El rechazo y la lucha por la supervivencia
Regresar a su hogar no fue fácil. Sus hermanos, molestos porque Valentina no estuvo presente cuando falleció su madre, la rechazaron. Esa fue solo la primera de muchas batallas personales que enfrentaría en su vida. A pesar de haber entregado su juventud a la Revolución, el Estado mexicano nunca la reconoció como veterana, lo que le impidió acceder a una pensión, sumiéndola en una vida de pobreza.
Después de separarse de su esposo, Luis Célis, y tras haber enviudado de su primer marido, el coronel Federico Cárdenas, Valentina se vio obligada a ganarse la vida de cualquier manera posible. Durante un tiempo mendigó en las cercanías de la catedral de Sinaloa. Luego, trabajó como empleada doméstica y lavandera para subsistir.
La trágica caída de una heroína
En 1969, la vida de Valentina sufrió un nuevo golpe. Fue atropellada por un vehículo, lo que la dejó lisiada. Su situación la llevó a vivir en un asilo de ancianos en Culiacán, pero, fiel a su espíritu indomable, escapó del lugar para continuar pidiendo limosna en la plaza y el mercado de Navolato, devota de la Virgen de Guadalupe hasta sus últimos días. Falleció en la más absoluta pobreza el 4 de abril de 1979, y sus restos fueron sepultados en una fosa común del Panteón Civil de Culiacán. Así se apagó la vida de una mujer cuya grandeza fue ignorada por el Estado y olvidada por muchos.
Un legado en la cultura popular: La salsa Valentina
Curiosamente, la figura de Valentina Ramírez Avitia ha dejado una huella en la cultura popular de manera inesperada: la salsa Valentina, esa que encuentras en cualquier mesa de México. Manuel Maciel Méndez, fundador del Grupo Tamazula, eligió el nombre en honor a “una mujer brava”, reconociendo el espíritu de lucha de Valentina. Este aderezo, elaborado a base de chiles puya y serranos, es un homenaje a su valentía, y su popularidad ha trascendido fronteras, llegando a Estados Unidos, Canadá, España y varios países de Sudamérica.
El nombre que resuena en la historia
Valentina Ramírez Avitia no solo es recordada como una combatiente de la Revolución, sino como una mujer que desafiaba los límites impuestos por la sociedad. A pesar de haber sido olvidada por muchos, su legado de coraje y resistencia sigue vivo en la cultura mexicana. La “Mulán mexicana” es un ejemplo de cómo las mujeres han luchado por su lugar en la historia, aunque el reconocimiento no siempre haya llegado en vida.
Hoy, Valentina Ramírez vive en las canciones, las películas y en la salsa que lleva su nombre, recordándonos que la lucha por la justicia y la igualdad es un camino que muchas heroínas han recorrido, a pesar de los obstáculos y del olvido.