Nuevas revelaciones agravan el caso Signalgate

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Jefe del Pentágono compartió datos militares en Signal que incluía familiares

Imagen de archivo del secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth.

El secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, vuelve a estar en el centro de la polémica tras nuevas revelaciones publicadas este domingo por The New York Times, que indican que compartió información militar sensible en un grupo privado de Signal que incluía a su esposa, su hermano y su abogado personal. Este segundo incidente agrava el ya escandaloso caso conocido como ‘Signalgate’, que ha generado una crisis interna en el Departamento de Defensa.

Según fuentes anónimas citadas por el diario estadounidense, Hegseth divulgó detalles operativos sobre los bombardeos estadounidenses del 15 de marzo contra los rebeldes hutíes en Yemen. Lo hizo a través de un chat de Signal que él mismo habría creado y en el que participaban su esposa Jennifer Hegseth —exproductora de Fox News—, su hermano Phil Hegseth, y su abogado Tim Parlatore, quienes además mantienen vínculos directos con el aparato de defensa estadounidense: el primero como asesor en el Pentágono y el segundo como comandante activo de la Marina.

Este nuevo grupo de Signal —distinto al que originó el escándalo inicial— también incluía a otras figuras del entorno cercano de Hegseth, tanto en el ámbito profesional como personal. Lo más alarmante, según The Times, es que el secretario utilizó su teléfono móvil personal para compartir información clasificada, entre ella los horarios de vuelo de los aviones militares que participarían en la operación sobre Yemen.

Un escándalo que no cesa: el primer ‘Signalgate’

El escándalo inicial estalló a finales de marzo cuando se supo que miembros del gabinete de seguridad nacional utilizaron un grupo de Signal para intercambiar información delicada relacionada con los mismos bombardeos en Yemen. Sin embargo, por un error en la gestión del grupo, fue incluido accidentalmente el editor en jefe de la revista The Atlantic, Jeffrey Goldberg, quien tuvo acceso a las conversaciones y posteriormente publicó su contenido.

Las consecuencias no se hicieron esperar: tres funcionarios del Consejo de Seguridad Nacional fueron despedidos y tres asesores del Departamento de Defensa fueron suspendidos de manera indefinida. Entre los señalados están Dan Caldwell, Darin Selnick y Colin Carroll, quienes han sido acusados de posibles filtraciones, aunque en una carta pública publicada en X (antes Twitter), defendieron su integridad y aseguraron que no han recibido explicaciones claras sobre las investigaciones en su contra.

“No se nos ha dicho por qué exactamente se nos investiga, si aún hay una investigación activa, o si incluso existió una investigación real desde el principio”, escribieron los asesores.

La erosión de la confianza en el liderazgo del Pentágono

Este segundo episodio vuelve a poner en entredicho el criterio y manejo de la seguridad por parte de Pete Hegseth. El uso de dispositivos personales y la inclusión de familiares en discusiones estratégicas vulnera protocolos elementales del manejo de inteligencia militar, especialmente en contextos de operación activa.

En medio de la creciente presión mediática y política, el exportavoz del Pentágono, John Ullyot, quien renunció la semana pasada, escribió una dura columna en Politico donde advierte que el Pentágono ha vivido “un mes de caos total” bajo la dirección de Hegseth. Ullyot también habla de una “purga interna” de personal experimentado y acusa al actual secretario de ser una “distracción peligrosa para el Gobierno”.

Una crisis con ecos políticos

Más allá del manejo interno, el caso ya ha comenzado a impactar políticamente. Legisladores de ambos partidos han solicitado comparecencias urgentes y el Comité de Inteligencia del Senado ha expresado su intención de abrir una investigación independiente sobre las presuntas violaciones a las normas de seguridad.

Si se confirma que Hegseth violó protocolos deliberadamente, no solo quedaría comprometido su futuro político, sino que podría enfrentar cargos penales por la filtración de información clasificada. El caso pone de relieve la fragilidad de los canales de comunicación gubernamental en un contexto global de alta tensión militar y diplomática.

 

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