El 22 de febrero se conmemora el aniversario de la muerte de Francisco I. Madero, presentamos un recuento de sus últimos días, desde una perspectiva militar.
Fragmento del capítulo “Francisco I Madero, el demócrata combatiente”, del Sargento 2/o. Auxiliar Andrés García Lázaro, doctor en Historia Moderna y Contemporánea
La fragilidad del gobierno de Francisco I. Madero quedó expuesta a finales de 1912 con el resurgimiento de movimientos opositores como el reyismo y el felicismo, que encontraron apoyo entre antiguos porfiristas y sectores del Ejército Federal. En diciembre de ese año, el traslado de Félix Díaz a la cárcel de Lecumberri facilitó los preparativos de una nueva insurrección, que estalló el 9 de febrero de 1913 bajo el liderazgo del general Manuel Mondragón y el general Bernardo Reyes.
Francisco I. Madero, al recibir la noticia del levantamiento en Chapultepec, se trasladó a Palacio Nacional escoltado por cadetes del Colegio Militar. En su camino, fue abordado por Victoriano Huerta, quien se ofreció a asumir el control de la guarnición de la ciudad. Madero, confiando en su lealtad, aceptó la propuesta sin sospechar que Huerta ya negociaba con los sublevados.
En los días siguientes, Huerta fingiría un enfrentamiento contra los rebeldes mientras diezmaba las fuerzas leales al gobierno. Mientras tanto, diplomáticos extranjeros, en especial el embajador estadounidense Henry Lane Wilson, presionaban a Madero para que renunciara. El 17 de febrero, en un golpe final, Huerta y el general Aureliano Blanquet detuvieron a Madero y su gabinete en Palacio Nacional.
La traición se consumó cuando Huerta y Félix Díaz negociaron en la embajada de Estados Unidos los términos del nuevo gobierno. Se acordó que Huerta sería presidente provisional con el compromiso de convocar elecciones rápidamente. El 18 de febrero, Gustavo Madero intentó detener a Huerta, pero fue capturado y posteriormente asesinado. Francisco I. Madero y José María Pino Suárez renunciaron bajo la promesa de un salvoconducto al extranjero, que nunca se cumplió. Días después, ambos fueron asesinados en la tristemente célebre “Decena Trágica”.
Con la muerte de Madero, la contrarrevolución encabezada por Huerta se consolidó, dando inicio a una nueva fase de la Revolución Mexicana marcada por la lucha contra su dictadura.
Este pasaje histórico lo cuenta el Sargento 2/o. Auxiliar Andrés García Lázaro, doctor en Historia Moderna y Contemporánea, en un capítulo del libro Los próceres de las Transformaciones de México… una aproximación militar, difundido por la Secretaría de la Defensa Nacional y que puedes descargar en el siguiente enlace.
Te presentamos un fragmento del capítulo IV, “Francisco I Madero, el demócrata combatiente”:
El triunfo de la contrarrevolución
Ante los ataques de la prensa hacia el gobierno maderista, los constantes levantamientos armados a lo largo del territorio nacional, la decepción de algunos revolucionarios y el deseo de los antiguos porfiristas de restaurar el viejo régimen, pues su situación de privilegio se había visto afectada con el nuevo gobierno; el reyismo y el felicismo, movimientos armados que habían sido neutralizados meses atrás, comenzaron a recobrar fuerza a finales de 1912. Félix Díaz, quien se encontraba purgando su condena en el estado de Veracruz, fue trasladado a la cárcel de Lecumberri en la Ciudad de México en diciembre de ese año, lo que resultó benéfico para los infidentes que, unidos, comenzaron los preparativos para una nueva rebelión a inicios de 1913, esta sí, encabezada por una fracción del Ejército Federal.
El 7 de febrero el General José Delgado informó al Secretario de la Presidencia, Juan Sánchez Azcona que sabía que varias unidades estaban comprometidas en un golpe. Esta información se le proporcionó al presidente quien no dio crédito a la misma.64 Para sorpresa de pocos, la sublevación estalló dos días más tarde, en la madrugada del 9 de febrero, cuando el General Manuel Mondragón, famoso por los diversos manuales de artillería que escribió y por el perfeccionamiento del fusil francés Saint Chaumond, con una parte del 1/er. Regimiento de Caballería y una batería de Artillería del 2/o. Regimiento salió del Cuartel de San Diego, en Tacubaya, rumbo a la Prisión Militar de Tlatelolco a encontrarse con el General Reyes. Una vez liberado éste, ambos se dirigieron a Lecumberri para sacar de su cautiverio a Félix Díaz. Al mismo tiempo, los alumnos de la Escuela Militar de Aspirantes y prácticamente toda la oficialidad de la misma, se dirigieron a Palacio Nacional y se posesionaron de él.
Las tropas al mando del General Lauro Villar, Comandante de la Guarnición de la plaza, lograron recuperarlo y poner presos a los Aspirantes. Una vez que se tuvo el control de Palacio Nacional, el General Ángel García Peña, Secretario de Guerra y Marina, partió rumbo a Chapultepec para informar al Presidente Francisco I. Madero lo acontecido. El Comandante Villar, por su parte, sabedor de que más fuerzas reaccionarias se aproximaban, tomó las disposiciones necesarias para la defensa del edificio, ayudado por el Intendente de Palacio, Adolfo Bassó.
El primer rebelde que apareció en las inmediaciones del zócalo capitalino fue el General Gregorio Ruiz, a quien Villar hizo prisionero, atrás de Ruiz llegó el General Reyes quien avanzó resueltamente hasta las puertas de Palacio Nacional donde pidió la rendición y disparó al General Villar hiriéndolo en un hombro. Simultáneamente, Bassó accionó una ametralladora y dio muerte al ex Gobernador de Nuevo León. La rebelión había fracasado gracias al correcto desempeño de las fuerzas leales al gobierno, los Generales Díaz y Mondragón, desconcertados ante los resultados, se hicieron fuertes en La Ciudadela ubicada en Balderas en el centro de la ciudad, lugar muy importante ya que almacenaba 55 mil fusiles, 30 mil carabinas, 100 ametralladoras y otros pertrechos de guerra.
Mientras esto ocurría, Madero, que se hallaba en el Castillo de Chapultepec, fue informado de lo que había acontecido; ante ese panorama, ordenó a los alumnos del Colegio Militar lo escoltaran hasta Palacio Nacional, por lo que el Teniente Coronel Víctor Hernández Covarrubias, Subdirector del plantel por ausencia de su Director Felipe Ángeles, mandó a los Cadetes que se armaran y prepararan para emprender la marcha. Antes de comenzar con el recorrido, el presidente, en uno de sus últimos discursos conocidos, arengó a los Cadetes, en una proclama que permite ver la opinión que guardaba del Colegio Militar:
Ha ocurrido una sublevación, y en ella la Escuela de Aspirantes, arrastrada por Oficiales indignos de su uniforme ha echado por tierra el honor de la juventud del ejército. Este error sólo puede enmendarlo otra parte de la juventud militar y por eso vengo a ponerme en manos de este Colegio cuyo apego a la disciplina y deber no se ha desmentido nunca. Os invito a que me acompañéis en columna de honor hasta las puertas de Palacio, asaltado esta madrugada por los Aspirantes y sus Oficiales, y vuelto otra vez al poder del gobierno gracias a la energía del Comandante de la Plaza, que ha sabido reducir al orden a los revoltosos.
Se inició la marcha por avenida Reforma, a ésta se sumaron el Vicepresidente, el Cuerpo de Bomberos y la Gendarmería de la Ciudad de México, al llegar a la calle de San Francisco se produjo una balacera por lo que se instó al presidente a buscar refugio en los edificios próximos, haciéndolo en la fotografía Daguerre, en ese lugar se encontró al General Victoriano Huerta quien se le acercó y le dijo: “¿Me permite usted, señor presidente, que me haga cargo de todas estas fuerzas para disponer lo que yo juzgo debe hacerse para la defensa de usted y de su gobierno?” Se debe recordar que, después de la campaña de Chihuahua, Huerta se había convertido en el gran héroe del Ejército Federal, el prestigio del General era una garantía para Madero de librar, al menos momentáneamente, la emergencia que ocurría, por lo que lo nombró Comandante de la Guarnición de la Plaza en sustitución del herido General Villar.
Lo que el presidente desconocía era que el General Huerta, había entrado en tratos con los sublevados. Cuando llegaron a Palacio Nacional, una de las primeras disposiciones del nuevo Comandante fue mandar fusilar al General Gregorio Ruíz, quien estaba prisionero y sabía de la complicidad de éste con los rebeldes, con aquella muerte Huerta evitaba ser delatado.69 Ya con el intento de Cuartelazo controlado, Madero acordó llamar a los Cuerpos Rurales de Tlalpan y San Juan Teotihuacán; al 38/o. Batallón de Infantería Irregular de Chalco; al 29/o. Batallón de Infantería de Toluca y, después de poner a su familia a salvo en la legación de Japón, decidió ir personalmente a Cuernavaca para traer a Felipe Ángeles, militar en quien más confiaba, a la capital del país.
La intención de Madero era nombrar a Felipe Ángeles Comandante de la Guarnición de la plaza, pero, por razones de antigüedad en la jerarquía militar, Ángeles rechazó la proposición del presidente. Además, el General Ángeles era en realidad Coronel, pues el Senado no había comunicado aún su aprobación al ascenso, con ese grado, su designación molestaría el orgullo de los Generales de mayor graduación y más antiguos que él. Así, sin haber logrado ese objetivo, Madero regresó a la Ciudad de México el lunes 10 de febrero y Felipe Ángeles quedó subordinado a las decisiones de Victoriano Huerta, quien había sido elegido para el cargo de manera emergente.
Gracias a la labor del Comandante de la Guarnición de la Ciudad de México; Félix Díaz, “parapetado” en La Ciudadela, podía escapar de su fortaleza e ir a desayunar a los restaurantes del centro. Los otros sublevados debían conformarse con pan, leche, conservas, carnes frías y cigarros que Huerta dejó pasar durante esos días.
El martes 11 de febrero, Victoriano Huerta se reunió con Díaz, acordaron escenificar una guerra falsa con la finalidad de diezmar a la mayor cantidad de tropas leales al gobierno, antes de intentar un golpe definitivo en contra de Francisco I. Madero. Por su parte, los embajadores de los Estados Unidos de América, Alemania y España visitaron al presidente para reclamar por las acciones de guerra y pedir garantías para sus ciudadanos. En esa ocasión, Henry Lane Wilson, representante norteamericano, amenazó al Primer Magistrado con una intervención de barcos de guerra para proteger los intereses extranjeros. Al día siguiente, los mismos ministros volvieron a Palacio Nacional, esta vez para solicitar el establecimiento de una zona neutral en Santa María la Ribera.
El jueves 13 de febrero, Ángel García Peña intentó intimar la rendición de Díaz y Mondragón sin éxito alguno, horas después, el Presidente Francisco I. Madero envió al Senador Francisco León de la Barra a hablar con el General Manuel Mondragón sobre la posibilidad de suspender las hostilidades por tres días. “Ni armisticio ni negociación”, fue la respuesta. A manera de remate, los rebeldes prendieron fuego a la casa de Madero ubicada en la esquina de Liverpool y Berlín hacia el mediodía del viernes 14.
El sábado 15 de febrero, por sugerencia del embajador Lane Wilson, y con el apoyo de los delegados de Inglaterra y Alemania, el representante de España solicitó la renuncia del Presidente Madero. Éste, indignado por la violación a la soberanía que representaba esa acción, negó que los diplomáticos de los países extranjeros tuvieran derecho a pedir semejante cosa y afirmó que moriría en su puesto antes de someterse a presiones extranjeras.Horas más tarde, un grupo de senadores trató de conferenciar en Palacio Nacional con el presidente para persuadirlo de los beneficios públicos, de la urgencia política y de la necesidad personal de que presentara su renuncia al cargo junto con la de José María Pino Suárez.
Por la tarde, se dio una nueva entrevista entre el General Huerta y los sublevados, representados por Rodolfo Reyes, hijo de Bernardo Reyes. El Comandante de la Guarnición mostró sus deseos de pactar, siempre que se le entregara la Presidencia Provisional y la mitad de los ministros fueran designados por él, en tanto la otra mitad sería nombrada por los “ciudadelos” mote con el que Huerta se refería a Mondragón y Díaz.
A estas alturas, Victoriano Huerta tenía el control total de la situación, los sitiados poco podían hacer para oponerse a sus términos, “Acuérdese que estuve comisionado en La Ciudadela y llevo cuenta de los cañonazos que disparan. Antes de 15 días no tendrán municiones y entonces será la mía”, le dijo Huerta a Reyes al despedirse. En otras palabras, la rebelión ya no pertenecía a los alzados de la madrugada del 9 de febrero, sin que ellos lo percibieran, el líder de la misma era Victoriano Huerta. En la mañana del domingo 16 de febrero, la Catedral echó las campanas al vuelo para dar a conocer que las negociaciones del cuerpo diplomático al fin habían logrado que el gobierno y los rebeldes pactaran un cese al fuego por 24 horas. La idea era trasladar a Santa María la Ribera a los residentes extranjeros que habían buscado refugio en sus respectivas legaciones. Sin embargo, la tregua no pasó de las 14:00 horas. Más tarde, el Coronel Guillermo Rubio Navarrete informó a Madero que no contaba con proyectiles del calibre adecuado para romper las defensas de La Ciudadela; Aureliano Blanquet por su parte, declaró que se necesitaban al menos diez mil hombres para atacarla con éxito. Es evidente que para esos momentos, no quedaban fuerzas leales alrededor de Madero, únicamente contaba con el Secretario de Guerra y Marina, que no comandaba ninguna fuerza, y con Felipe Ángeles, quien, como marcaba la disciplina militar, actuaba según lo ordenado por el Comandante de la Guarnición.
El lunes 17 de febrero empezaron los preparativos para el golpe final al gobierno legalmente constituido de Francisco I. Madero, en primer lugar, se dio la sustitución de las guardias de Palacio Nacional, conformadas por los leales carabineros de Coahuila, por el 29/o. Batallón de Infantería, de Aureliano Blanquet. Por la noche, Gustavo Madero, informado de esta situación por Jesús Urueta, periodista afín al maderismo, se decidió a actuar contra Huerta. Urueta invitó al General a beber, éste se embriagó y quedó a merced de Gustavo Madero quien lo detuvo, desarmó y encerró en su despacho custodiado por Adolfo Bassó.
A las 02:00 horas del 18 de febrero, Gustavo Madero llevó al General Huerta ante el presidente. El Comandante de la Plaza se defendió de las acusaciones y recordó sus servicios al gobierno durante la rebelión orozquista, a la vez, prometió tomar medidas decisivas contra los rebeldes en las próximas horas, ante esto, Francisco I. Madero reprendió a su hermano por su imprudencia y dejó en libertad al General. Ya en la mañana, Alfredo Robles Domínguez, antiguo colaborador de Madero, se presentó ante el presidente para informarle que sabía de buena fuente que ese mismo día sería traicionado por el General Huerta, Madero contestó que eso era imposible, que ese mismo día se daría el asalto definitivo sobre La Ciudadela. Robles Domínguez se retiró ante tan firme obstinación, fue la última advertencia antes de la tragedia.
Aproximadamente al mediodía, el Presidente Madero mandó llamar al General Huerta y le preguntó sobre el ataque a La Ciudadela. Huerta le informó que a las 1500 horas iniciaría la ofensiva y que para las 1700 horas Díaz y sus seguidores estarían colgados de la Plaza de la Constitución.78 Lo que Madero desconocía era que Huerta y el General Blanquet ya se habían puesto de acuerdo para que a las 1300 horas el Primer Magistrado fuera arrestado con todo su gabinete.
A la hora pactada, Madero fue detenido por el Teniente Coronel Teodoro Jiménez Riveroll y el Mayor Pedro Izquierdo, ante tal acto, el Presidente alcanzó a dar una bofetada a Jiménez Riveroll, mientras el Capitán Federico Montes, su ayudante militar, disparó sobre los traidores y los mató. Minutos después, Madero bajó al patio central con dirección al Cuerpo de la Guardia, en ese momento el General Blanquet se acercó a él para pedirle su renuncia en nombre de la paz y tranquilidad de la república. Madero respondió que no podía renunciar, aunque aceptaba que los miembros de su gabinete lo hicieran, incluso el Vicepresidente Pino Suárez, pero que él permanecería en su lugar.
Huerta por su parte, se citó con Gustavo Madero para limar asperezas e informarle la forma en que dispondría el ataque final a La Ciudadela, mientras comían, Huerta se enteró de que el General Manuel Rivera, procedente de Oaxaca, había llegado con un batallón de fuerzas leales, por lo que tuvo que salir del restaurante para arrestar al General, a su regreso, apresó a Gustavo Madero. El mismo Comandante de la Guarnición apresaría a Felipe Ángeles horas más tarde y lo llevaría a la Intendencia de Palacio Nacional donde ya se encontraban Madero y Pino Suárez.
En la tarde, Joaquín Maas, se acercó a La Ciudadela para informar a los Generales Díaz y Mondragón del nuevo Cuartelazo, éste sí exitoso, organizado por Victoriano Huerta y ejecutado por el General Aureliano Blanquet que había concluido con la aprehensión del Presidente Madero y del Vicepresidente Pino Suárez. Al caer la noche, era hora de repartir el botín, pero había un problema: la existencia de dos ejércitos, el de Huerta y el de Díaz. Ambos Generales, con sus Estados Mayores, llegaron a la embajada de Estados Unidos y permanecieron en ella alrededor de cinco horas para tratar de encontrar el punto medio a sus intereses; el acuerdo al que se llegó fue que Huerta sería el Presidente Provisional a condición de organizar rápidamente elecciones y apoyar la candidatura de Díaz para la presidencia.
Al día siguiente, los habitantes de la capital festejaron el fin del bombardeo y del terror, incluso hubo un desfile militar por parte de los golpistas. A las 0800 horas, el General Juvencio Robles se presentó en la Intendencia de Palacio Nacional y planteó a Madero la realidad: debía renunciar a la presidencia a cambio de un salvoconducto para salir al extranjero. Para hacerlo, el aún presidente exigió las siguientes condiciones: que la renuncia quedara en manos del ministro de Chile y que él se la entregara a Huerta sólo
después de dejarlo embarcado en un buque americano en el puerto de Veracruz; ser acompañado por algunos diplomáticos hasta Veracruz para asegurar su supervivencia; que su hermano Gustavo (no estaba enterado de su muerte); Juan Sánchez Azcona su secretario particular, el General Ángeles y los miembros de su Estado Mayor fueran liberados. Finalmente, que el General Huerta escribiera una carta en la que aceptara los términos y concediera salvoconductos a su familia. Más tarde, Pedro Lascuráin se presentó ante Madero y le dijo que era antipatriótico que intervinieran los ministros extranjeros, en lugar de ello, lo convenció de que la renuncia se le entregara a él. La misma fue aceptada por el Congreso de la Unión en la tarde noche del día 20 de febrero.
A continuación, se cubrieron las formas respecto al artículo 81/o. de la Constitución, el Secretario de Relaciones Exteriores, Pedro Lascuráin asumió la Presidencia de la República a las 2224 horas, su primer acto oficial fue nombrar Secretario de Gobernación al General Victoriano Huerta, su segunda acción fue presentar su renuncia a las 23:20 horas, había sido Presidente de la República por 56 minutos. En ausencia del Vicepresidente y del Secretario de Relaciones Exteriores, la Presidencia Mexicana pasó al Secretario de Gobernación. Así, con la llegada al poder de Huerta, México tuvo a su tercer presidente del día.
El 21 de febrero, desde muy temprano, el ahora Presidente Interino Victoriano Huerta comenzó a recibir varias comisiones que lo felicitaron por su nueva envestidura, los primeros en hacerlo fueron los Senadores; después la Suprema Corte de Justicia. En otras palabras, los otros dos Poderes de la Unión avalaron el golpe de Estado que el General y una facción del Ejército Federal habían cometido contra el gobierno de Francisco I. Madero. Ese día, la madre de Madero se presentó en la Intendencia de Palacio Nacional, su hijo se hincó ante ella y pidió perdón por la muerte de su hermano Gustavo de la que se sentía responsable. Mientras tanto, Victoriano Huerta comunicó a su gabinete que se habían encontrado diversos papeles en la Intendencia de los que se deducía que intentarían liberar a Madero de camino a Veracruz, por lo que anunció que los prisioneros serían trasladados a Lecumberri. Para la noche del 22 de febrero, el General Aureliano Blanquet giró órdenes para que Francisco Cárdenas y Rafael Pimienta trasladaran a Francisco I. Madero y a José María Pino Suárez a la mencionada penitenciaría. A su llegada a la cárcel, en las afueras del edificio, se simuló un ataque a los carros que los trasladaban para así asesinarlos.
La muerte de Madero sacudió a la república, el país que lo sepultó como gobernante volvió a necesitarlo como símbolo de la esperanza. Las fuerzas de la contrarrevolución habían sido suficientes para dar un golpe de Estado, pero no lo eran para restablecer un pacto nacional. Desde el 19 de febrero, en el estado de Coahuila, enterados de las acciones perpetradas por Huerta, se inició un movimiento que vengaría la sangre del apóstol de la democracia y el ejército que apoyó el golpe de Estado encontraría su fin un año y medio después, en el pequeño poblado de Teoloyucan, estado de México, donde se decretó su disolución.